La evaluación no consiste en otra cosa que en la reflexión valorativa y sistemática acerca del desarrollo y el resultado de las acciones emprendidas. Por su propia naturaleza constituye un momento insoslayable de la actividad educativa. De una u otra forma, ha estado siempre presente en el proceso de desarrollo de los sistemas educativos contemporáneos.
Pese a la validez general de esta observación, no cabe duda de que ha sido recientemente cuando la evaluación se ha convertido en un instrumento fundamental para la conducción de los sistemas de educación y formación. El propio uso del término "conducción", cada vez más común en el ámbito de la política y la Administración educativas, implica la necesidad de establecer mecanismos de orientación que permitan conocer el terreno por el que se transita y que ayuden a decidir la dirección a seguir con la mayor seguridad posible. Esa es precisamente la función que la evaluación desempeña. Desde ese punto de vista, contribuye decididamente a la mejora de la calidad de la enseñanza, al permitir un conocimiento más riguroso y objetivo del sistema educativo y facilitar así la toma de decisiones sobre bases sólidas.